lunes, 10 de enero de 2011

NUESTROS HIJOS ESTAN ENFERMOS PORQUE LA SOCIEDAD ESTA ENFERMA.

Hace un tiempo ya, se llevó a cabo en el Auditorio del Colegio del Huerto, una Audiencia pública, que en dos jornadas permitió expresar los puntos de vista de ochenta organizaciones sociales o personas inscriptas. El tema era el horario de cierre nocturno de los boliches y la necesidad de volver al sistema de matinés, sin alcohol y durante el día para los más pequeños. La concurrencia fue representativa del entramado socio-económico de la ciudad de Salta, pues concurrieron representantes de las clases sociales más altas, pero también representantes barriales y de centros vecinales.

Se coincidió en que era necesario un mayor protagonismo, vigilancia y tutela de los padres sobre sus hijos y de algún modo se cargaron las tintas sobre los padres, como si solo de ellos dependiera el hecho de que sus hijos se droguen y también se demostró que la organización social, económica y política actual no brinda esperanzas a nuestros jóvenes. El sistema republicano se cae a pedazos pues muy especialmente el Poder Legislativo cede sus facultades al Poder Ejecutivo, a través de los decretos de necesidad y urgencia y la facultad de transferir partidas haciendo y deshaciendo el presupuesto a voluntad del mandamás de turno, desequilibrando los poderes y destruyendo la república, que se funda justamente en la independencia de cada poder del Estado.

La distribución de la riqueza es injusta pues el diez por ciento mas rico gana cuarenta veces más que el diez por ciento más pobre. La riqueza se concentra en pocas manos, crece la exclusión social, la falta de trabajo, la pauperización de los profesionales, la extranjerización de la economía. Y como cereza de la torta, nuestros jóvenes fracasan en su examen de ingreso a la Universidad, prueba evidente de la pésima educación que reciben.

La familia se deshace. Crecen las familias con un solo padre, generalmente la madre. Los padres no consiguen trabajo. Muchas veces son padres adolescentes que tienen hijos no queridos, que por su juventud y falta de experiencia, están condenados al fracaso en su vida de pareja. Los padres a los 45 años, si pierden el trabajo ya no consiguen otro, pierden el rol de proveedor de la familia, se deteriora su imagen paterna y consecuentemente se deteriora la familia.

Nuestros hijos y nietos se quedaron sin ejemplos, salvo los deportistas y los músicos (los músicos también cuando desarmaron la orquesta de la provincia). Nuestros dirigentes ofrecen dudas sobre su integridad, acomodan a amigos y parientes y en pocos años construyen casas fantásticas y usan una cuatro por cuatro. Hay excepciones, pero como la honestidad ha dejado de ser un bien valioso en nuestra sociedad, a los honestos no se los conoce ni tienen prensa.

Nuestros hijos se suicidan, se drogan, se embriagan hasta el coma, a veces delinquen, se pelean sin razones, aspiran pegamentos y son adictos a los juegos y a las computadoras. Es como si quisieran consumir su vida de un suspiro.

Pero la verdad es que nuestros hijos se evaden. Es como si vivieran en una cárcel sin rejas, donde desaparecieron las posibilidades de ascenso social, donde los hijos casi siempre tienen menor nivel socio-económico que sus padres y sus abuelos y de hecho está viviendo en la casa de uno de ellos, con el deterioro de la autoestima que ello trae aparejado. Y por el hecho de estar en una cárcel, cada vez que se drogan o se embriagan, con alcohol, juegos o computadoras, es como si le robaran un día a su condena.

Los ricos tienen una educación de alto nivel, que unido al hecho de que se unen en cofradías de autoayuda, imposibilitan al pobre el acceso a los mejores cargos e impiden el cambio social para más.

Ni siquiera la actividad política es una salida, pues el derecho a ser elegido en los cargos relevantes está reservado a los muy ricos y a sus sirvientes. La riqueza condiciona la política y excluye a los pobres.

Para que nuestros hijos no se suiciden, ni se droguen, ni se embriaguen ni delincan, no basta poner límites a los horarios en los boliches. Hay que transformar a esta sociedad muy injusta, en una sociedad que se organiza, que tiene protagonistas honestos, dignos de ser imitados, que cambia sus reglas de juego para que todos tengan derecho a los mas altos niveles del conocimiento sin que importe su clase social. Hay que permitir que la familia se reúna por lo menos una vez al día en la mesa familiar. Ya tenemos tres generaciones de jóvenes alimentados en Comedores Comunitarios. Hay que crear en nuestros jóvenes la convicción de que suprimir una noche de fiesta por una noche de estudio, a la larga le traerá beneficios en lograr mejores condiciones de vida para él/ella y su familia. Tienen que creer que una vida honesta tiene su premio y que los deshonestos serán sancionados.

Solo la esperanza de un mundo mejor, basado en posibilidades concretas de crecimiento socio-económico a través fundamentalmente de la educación, y la recuperación de la familia como célula social, impedirá el suicidio o la lenta muerte de la droga y el alcohol, de nuestros hijos y nietos.

SANTOS JACINTO DAVALOS

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