Discursos:

Juan Domingo Perón:


PERÓN HABLA A LOS EMPRESARIOS ARGENTINOS SOBRE LOS FUNDAMENTOS DE SU ECONOMÍA JUSTICIALISTA.

Discurso de clausura de la Segunda Asamblea Nacional de Entidades Empresarias, pronunciado por el Presidente de la Nación, Tte. Gral. Juan Domingo Perón, en el Teatro Nacional Cervantes, el 8 de abril de 1974. 

Señoras y señores:

Hace treinta años, buscando la base filosófica de una doctrina que nos permitiera lanzar hacia el destino la esperanza de alcanzar un bienestar para nuestro pueblo y la grandeza para nuestra nación, nosotros afirmamos la necesidad de llegar a una Comunidad Organizada. Siempre he pensado que sólo una comunidad organizada puede llevar al país a un destino floreciente y, en consecuencia, aumentar el grado de felicidad de los que la componen.
    En una comunidad que no se realiza, nadie puede tener la esperanza de realizarse. Es preciso que esa comunidad organizada ponga sus fuerzas en el sentido de alcanzar su destino para que todos lo puedan, justamente, seguir y utilizar.
    Señores: vivimos en un mundo que cada día nos está demostrando que vienen circunstancias totalmente nuevas en el futuro inmediato. Hace treinta años dijimos esto. Hoy la comunidad cuenta con una organización empresarial que entonces estaba dispersa; contaba también con una masa sindical tan dispersa o tan anárquica como la organización empresarial.
    Han pasado treinta años y el Estado, que al fin y al cabo es siempre un instrumento que obedece a  los factores de poder que influyen en el campo de nuestra economía, en cuyo primer plano, indudablemente, están los empresarios y trabajadores pueden descansar tranquilos en la responsabilidad de una organización que está demostrando al país todo el tino y toda la acción que necesita nuestro país en plena pacificación y reconstrucción.
    Señores: yo no he querido dejar de llegar hasta esta reunión para traerles a todos los empresarios argentinos, en nombre del gobierno, su agradecimiento y su felicitación por los objetivos que van siendo alcanzados. No solo resultamos así un modelo para Latinoamérica; lo somos también para otras partes orgullosas de su destino tecnológico, que no han hecho sino destruir los grandes recursos ecológicos que nos permitirán subsistir en el futuro.
    Nosotros, señores, confiamos en que nuestro desarrollo tecnológico sea lo suficientemente prudente como para no ensayar los mismos males cuyas consecuencias estamos viendo sufrir en los países súper  desarrollados. El mundo que viene, es un mundo nuevo, y en ese mundo nuevo podrán vivir solamente los hombres que tengan la suficiente sensatez para darse cuenta de que todos somos hermanos y que todos debemos luchar por el destino común, sin lo cual podríamos sucumbir todos.
    No hace mucho conversaba yo con un señor participante en la última conferencia de defensa de los medios naturales celebrada en Estocolmo. Le pregunté qué había sacado de nuevo y me dijo dos cosas muy importantes: "Allá no se habló ya de los países, se habló de la Tierra". Y también, "que después de una larga discusión me di cuenta de lo tontos que han sido los hombres, que durante siglos se han matado a millones por defender una frontera que sólo estaba en su imaginación".
    Señores: cuando se llega a estas conclusiones es que ya tenemos, por lo menos, la mitad del pie puesto en un universalismo que viene fatalmente y a corto plazo.
    Hablábamos de la comunidad organizada ya hace treinta años. Comencemos a hablar de esto, que ni siquiera va a tardar treinta años en llegar.
    Es preciso, señores, que nuestras comunidades se persuadan de la necesidad de acceder un poco a una cultura histórica suficiente que nos permita tener una visión cósmica de la vida, sin la cual el futura no se podrá vivir. Los hombres son sólo accidentes en la tremenda evolución de todos los tiempos. Esa evolución la fija el destino, no los hombres, pues ella obedece a un determinismo histórico.
    Los hombres creamos sistemas para poder cabalgar con mayor comodidad en esa tremenda evolución a que nos llevan los tiempos.
    Señores: estamos ya convencidos de la necesidad del UNIVERSALISMO. Vivimos un CONTINENTALISMO que es pasajero, porque hoy las evoluciones tienen una rapidez tremenda. En el medievo llevó cinco siglos cambiar el sistema; en la etapa de las nacionalidades dos siglos, y en esta oportunidad serán pocos los años que nos separen del universalismo. Es para eso que debemos preparar nuestra economía para poder resistir a las acechanzas y peligros que un universalismo organizado por los poderosos puede arrojar sobre nosotros.
    Siempre, señores, he pensado que los argentinos tenemos una gran responsabilidad por nuestro país, y también otra gran responsabilidad por Latinoamérica. Lo que hagamos nosotros para ser cada día más ricos, más fuertes, más unidos y solidarios, servirá también a la causa continental que será el primer problema que hemos de compulsar antes de terminar esta etapa de CONTINENTALISMO que arrastra nuestra evolución.
    Señores, no queremos una Argentina potencia para luchar contra nadie, queremos una Argentina potencia para defendernos de todos. Nuestra política está fijada con una claridad y elocuencia absoluta. Queremos ser amigos de todo el mundo; no queremos tener enemigos, porque creemos sinceramente que los problemas del mundo se van a arreglar a través de la amistad, no del odio ni de la lucha.
    Y si pensamos que eso es en el orden internacional, cómo no habremos de pensar que en el orden interno es mucho más necesario que sean todos amigos.
    El Pacto Social, que ha dado origen a esta política de amistad y solidaridad nacional, indudablemente lo debemos en su mayor parte a la acción esclarecida de la Confederación General Económica, a la que hoy quiero rendirle el más cumplido homenaje que merece y que se ha ganado con su acción tesonera y patriótica.
    Señores, por ahí hacen correr todos esos rumores de que se cambia el equipo económico. Por eso quiero afirmar aquí que mientras yo esté en el Gobierno el orden económico no lo cambiaré por nada.
    Nosotros, por otra parte, no tememos a la distorsión porque nunca la falsedad podrá imponerse sobre la verdad; no necesitamos hacer propaganda. Nuestra propaganda está en los hechos que realizamos todos los días. Por eso no nos interesa que los medios masivos de comunicación trabajen contra nuestra concepción y contra nuestra acción de gobierno. Al final los argentinos sabrán la verdad por ellos mismos. En este sentido no hemos querido forzar ninguna de esas circunstancias. También nosotros podríamos disponer de todos los medios de comunicación masivos y aun dominarlos a través de muchas triquiñuelas que conocemos perfectamente. No hemos querido hacerlo porque no lo necesitamos; nos basta con la realidad que ustedes están concretando.
    Finalmente, señores, tengo el inmenso placer de haberlos visitado en esta casa y traerles la palabra del Gobierno que, con simpleza y sinceridad, he querido poner en evidencia en esta tarde.
    Pueden pensar y transmitirles a los señores empresarios del país que el pueblo argentino, que es el destinatario de todos los esfuerzos y aun sacrificios que realiza, está agradecido y conoce esta verdad. Ellos serán en el futuro los mejores testigos de la ecuanimidad y justicia con que ustedes han manejado la economía. Por lo menos, desde que yo tengo memoria, nadie lo ha hecho mejor.
    Realmente, señores, muchas gracias por este momento agradable que he tenido en esta casa y les ruego que lleven al saludo del Gobierno a todos los compañeros empresarios del interior del país, con este, nuestro saludo y nuestro agradecimiento.


Evita:

“... No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad.


El día del amor y de la paz llegará cuando la justicia barra de la faz de la tierra a la raza de los explotadores y de los privilegiados, y se cumplan inexorablemente las realidades del antiguo mensaje de Belén renovado en los ideales del Justicialismo Peronista:

Que haya una sola clase de hombres, los que trabajan;

Que sean todos para uno y uno para todos;

Que no exista ningún otro privilegio que el de los niños;

Que nadie se sienta más de lo que es ni menos de los que puede ser;

Que los gobiernos de las naciones hagan lo que los pueblos quieran;

Que cada día los hombres sean menos pobres y

Que todos seamos artífices del destino común”

Eva Perón, del “Mensaje de Navidad” de 1951. Militante revolucionaria, esposa del Presidente Juan Domingo Perón, Argentina.

Mensaje de Evita Navidad 1951

Todos los años, la Nochebuena nos reúne en el hogar inmenso de la Patria.
Y como si fuese una cosa ritual e imprescindible siento la imperiosa necesidad de hablar con mi corazón para todos los corazones amigos de la gran fraternidad justicialista.
Esta noche hacemos una tregua de amor en el camino de nuestras luchas y de nuestros afanes; y sólo pensamos en las cosas buenas y bellas que nos ha regalado la vida en el año que se acaba hundiéndose ya como un cometa en el horizonte de la eternidad, dejándonos una estela de recuerdos en el alma.
En todos lo hogares del mundo, hombres y mujeres, ancianos y niños de todos los pueblos, en este mismo instante maravilloso están rindiendo homenaje al amor y están encendiendo en sus corazones las lámparas votivas de sus mejores recuerdos. Por qué no hacer lo mismo nosotros en este inmenso hogar que es nuestra tierra? Acaso no somos una gran familia?
Preside la mesa invisible de nuestra Nochebuena la figura de Perón, nuestro líder, nuestro conductor y nuestro amigo. Aquí está, sobre todos nosotros, mirando más allá del horizonte, con la mano firme puesta sobre el timón de nuestros destinos y con su corazón extraordinario, pegado a los sueños y a las esperanzas de su pueblo, sobre todos nosotros, que somos y que nos sentimos hermanos porque nos une el vínculo de los mismos ideales y de los mismos amores.
Por eso estas palabras mías se atreven a romper el bullicio o el silencio de la noche, se animan a llegar con su mensaje al corazón de todos los hogares que quieren recibirlas con cariño y se derraman así sobre la mesa invisible de la Patria Nueva, como un canto de amor y de esperanza.
Lo primero que se me ocurre es agradecer a Dios, porque en medio de un mundo casi definitivamente olvidado del amor, nosotros creemos en su poder y en su fecundidad, y nos permitimos anunciar la buena nueva de su advenimiento por el camino del Justicialismo.
Por eso nos regocijamos y nos alegramos en la fiesta de esta noche.
Hace diecinueve siglos y medio Dios eligió a los humildes pastores de Belén para anunciar el advenimiento de la paz a los hombres de buena voluntad. Sobre aquél mensaje, los hombres de mala voluntad han acumulado diecinueve siglos y medio de guerras, de crímenes, de explotación y de miseria, precisamente a costa del dolor y de la sangre de los pueblos humildes de la tierra. Y cuando todo parecía perdido, acaso definitivamente, nosotros, un pueblo humilde, a quien la soberbia de los poderosos llamó "descamisado"; nosotros, un pueblo que repite en su generosidad, en su sencillez, en su bondad, la figura de los pastores evangélicos, hemos sido elegidos entre todos los pueblos y entre todos los hombres, para recoger de las manos de Perón, bañado en el fuego de su corazón e iluminado por sus ideales de visionario, el antiguo mensaje de los ángeles.
Salvando las distancias y remedando el cántico antiguo, podríamos decir que Dios ha hecho grandes cosas entre nosotros, deshaciendo la ambición del corazón de los soberbios, derribando de su trono a los poderosos, ensalzando a los humildes y colmando de bienes a los pobres.
Por eso la Nochebuena nos embarga el corazón con la armonía de sus encantos prodigiosos, porque la Nochebuena es nuestra, es la noche de la humildad, la noche de la justicia.
Y el Justicialismo que Perón nos ha enseñado y nos ha regalado como una realidad maravillosa de sus manos, es precisamente eso, algo así como el eco vibrante del anuncio que recibieron los pastores o como el reflejo encendido de la estrella que señaló, en la noche de los hombres, el divino amanecer de una redención extraordinaria.
Esta noche también sentimos que empieza ya a morir el año que termina. Por eso nos gusta rememorar las alegrías y las penas que nos trajo sobre el hombro de sus días y de sus semanas, y hasta los dolores ya sobrepasados nos parecen esta noche menos amargo.
Acaso, precisamente, porque ya son recuerdos.
Este año que se va nos ha dejado la marca de su paso en el corazón y lo mismo que en todos estos años que van pasando sobre nosotros, bajo la mirada y la protección serena de Perón, la de 1951 es una marca de felicidad. Yo sé que dentro de muchos años, cuando en esta misma noche los argentinos se dejen acariciar por el recuerdo y retornen sobre sus alas al pasado, llegarán a estos años de nuestra vida y dirán melancólicamente: entonces éramos más felices, Perón estaba con nosotros. Porque la verdad, la indudable verdad es que todos somos ahora más felices que antes de Perón. No tanto por los bienes materiales que poseemos, cuanto por la dignidad que nos dio con su esfuerzo infatigable. Si nuestra felicidad residiese solamente en las riquezas materiales, no tendríamos derecho a ser dichosos. Pero nos sentimos felices porque en el seno de la gran familia justicialista que formamos, todos somos hijos iguales de la misma Patria, con los mismos derechos y los mismos deberes. Nos mide a todos, con la misma medida, la vara de la misma justicia. Nos ampara la bandera enhiesta de la dignidad y nos abraza la generosidad paternal del mismo amor que brota del corazón inigualable de Perón. Ahora sí podemos abrir nuestro corazón a la palabra ardiente del amor y comprendemos el verdadero sentido de la fraternidad.
No queremos vanagloriarnos con orgullo de lo que somos ni de lo que tenemos, pero en esta noche, propicia para los aspectos del corazón, sentimos la necesidad de decirle a los hombres y mujeres del mundo el sencillo secreto de nuestra felicidad, que consiste en poner la buena voluntad de todos para que reinen la justicia y el amor.
Primero la justicia, que es algo así como el pedestal para el amor.
No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad.
El día del amor y de la paz llegará cuando la justicia barra de la faz de la tierra a la raza de los explotadores y de los privilegiados, y se cumplan inexorablemente las realidades del antiguo mensaje de Belén renovado en los ideales del Justicialismo Peronista:
Que haya una sola clase de hombres, los que trabajan;
Que sean todos para uno y uno para todos;
Que no exista ningún otro privilegio que el de los niños;
Que nadie se sienta más de lo que es ni menos de los que puede ser;
Que los gobiernos de las naciones hagan lo que los pueblos quieran;
Que cada día los hombres sean menos pobres y
Que todos seamos artífices del destino común.
Para que todo esto se consolide como una realidad duradera entre nosotros, seguiremos luchando con Perón, al pie de sus banderas victoriosas, hasta el último aliento que nos dé la vida.
Eva Perón. Mensaje de Navidad 1951.

Último discurso de Eva